No me confundas…
Para muchos moderadores, el personaje más incómodo con quien lidiar en una reunión es el “estoy en contra”. Lo podríamos definir como el participante cuya postura es “no estoy a favor ni en contra, sino todo lo contrario”.
A veces la aprensión llega a tal extremo, que confundimos figuras afines que no son tan perniciosas, pero nos precipitamos y las atajamos con excesiva rapidez. Me refiero al que voluntariamente juega el rol de abogado del diablo o al excesivamente puntilloso en sus análisis. Llamémosle Alberto…
Os describo la situación:
Parece que hemos encontrado una buena solución a un problema y estamos en aquel punto dulce de sonrisas de satisfacción y alivio… cuando Alberto, el analítico extremo, empequeñece sus ojos y mira fijamente al vacío… Los demás huelen el peligro y abren los suyos asustados “ya está, ya va a encontrar pegas…”
Alberto dice : – ¿ya habéis pensado que si cae en jueves y llueve no funcionará…?
Alberto tiene razón. No hay muchas posibilidades de que se dé, pero tiene razón.
El grupo se retiene para no asesinarlo y el moderador en lugar de aceptar la observación e invitar a Alberto a que participe en la adaptación de la solución, lo trata como a un “estoy en contra”, negativo y chafaguitarras, fomentando esa imagen de Alberto en el grupo.
Mal. Alberto se anticipa a eventuales problemas. No los crea.
El peligro de “etiquetar” incorrectamente a ese personaje, puede conllevar la pérdida de observaciones interesantes y la toma de peores decisiones.